"Hemos comprobado que en general las decisiones sobre cooperación no responden tanto a los incentivos económicos, como al hecho de que los individuos con quienes se interacciona cooperen o no", resume el profesor José A. Cuesta, que ha realizado esta investigación junto al catedrático Ángel Sánchez, ambos del departamento de Matemáticas de la UC3M, y con un equipo de investigadores de la UNED y la Universidad Católica del Norte (Antofagasta, Chile). Los resultados del estudio, con implicaciones en Física, Economía, Psicología, Matemáticas y Computación, pueden tener aplicaciones prácticas. Por ejemplo, se pueden emplear para optimizar el diseño de redes de colaboración o innovación, en las que grupos grandes de personas o empresas participan en una tarea común, invirtiendo en ello sus capacidades económicas o de generación de conocimiento. "En estos casos - apunta Sánchez - hay que fomentar que los participantes perciban un ambiente mayoritariamente cooperador y eso tiene implicaciones en el tamaño de los grupos de trabajo o en la necesidad de incentivos puntuales para evitar caer en estados de ánimo no cooperativos".